27/11/09

Como un ajedrez


Un par de piezas: Un alfíl, peones, caballos y torres. Del otro lado del paisaje. Una reina, magnificada, hecha rey, potenciada y alabada. Anehlada, aclamada, idolatrada, indestructible, intocable, inconstante, pero presente; omnipresente y omnipotente, glorificada.

Un tablero con sus magníficas y potenciadas figuras. Un juego inconcluso, imposible de terminar, donde el jake mate parece ser esquivado constantemente. Allí todos salimos perdiendo, absolutamente todos, excepto... la reina.

Dado el caso, la realeza no es el centro del tablero, sino los jugadores escenciales para desencajarle el siniestro juego de movimientos medidos milimétricamente.
Mientras el alfin persigue incanzablemente a la reina, recorriendo todas las diagonales existentes en aquel monocromático tablero, las demás fichas siguen el incansable transcurso de su vida en aquella simétrica división; dispersos, colgados y perdidos. Pero a la vez atados a un juego, donde todas las piezas tienen un fin y un sentido, donde todas se entrelazan en una misma meta.

Pero cuando el juego se torna confuso y adiestrado, cuando los conceptos se mezclan y se pierde la esencia de la vida en quel lugar, toma lugar una efervecencia de momentos, de jugadas, de mirads perdidas, de movimientos insospechados, impulsivos y caóticos. Lo único que producen es un descontrol en aquel estructurado juego previo. Se desarma, se deshilacha y distorsiona. Las relaciones con las piezas se pierden y desencaja. Las que se creen dominantes toman un curso, dejando a las demás atrás, haciéndolas un lado, desvalorizando su potencial súbditamente.

Ellas, de despejan, se unen y fortalecen juntas, formando un ejército dentro del propio ejército de peones, torres y caballos armados. Que protejen a su rey y reina: La amistad y la confianza. Juran lealtad y no cierran su juego en la mentira, van de frente, intentando incorporar a quellos que se desvirtuaron de las reglas primeras, y corrompieron la paz en este impermeable tablero.

Muchas jugadas están a su alcance para recuperar esos eslabones perdidos, pero cabe la posibilidad de que aquellas piezas estén muy cegads dentro suyo, y no puedan ver a su alrededor la inquebrantable fuerza que coexiste ( o coexistía) entre ellas. Toda estrategia puede ser modificada, salvo, por una pequeña razón... si aquel alfil se aleja demasiado de las primeras leyes que los unían corre el riesgo de ser devorado por el enemigo, por aquella magnífica y blanca figura de la reina. Si ese es el caso, el alfil no podrá volver a ser el mismo, y probablemente nunca más sepa de la vida de sus amigos y compañeros de tablero

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto es todo tuyo? Bolo, esta muy bien escrito :)

val dijo...

jaja gracias, me doy maña XD