11/7/09

El mejor sueño de tu vida (II)

No solo comenzó a correrme una adrenalina por el cuerpo, sino una sensación de grandeza. Decididamente me alejé del montón para colgarme del globo aerostático. Nadie me detuvo cuando estuvo lo suficientemente bajo, salté y me colgué de él. Una vez dentro, noté que nadie tenía ningún tipo de agarre seguro, solamente sus manos. El globo se balanceaba de una forma muy violenta; y si no querías salir disparado de semejante altura, debías valerte por tus propios medios para permanecer allí arriba.

En el canasto, al lado mío había una mujer con trenzas rubias y vestimenta a lo scout boy. En frente un joven con pantalón de jean y camisa verde q tenía una de sus piernas fuera y otra dentro, solo se sostenía con una mano, y no podía entender como no se iba a la mierda. Pensé esto debe ser fácil, no señores, no lo era. La fuerza que tuve que hacer ahí arriba, me produjo un calambre, el cual me despertó. Pero la vista allá arriba, pese al dolor, era increíble; por alguna razón que solo los sueños sabes, podía visualizar la Torre Eiffel y la estatua de la Libertad, sí; ambas dos.

Cuando volvía desfallecer en las profundidades de la cama, el sueño continuó como si nada. Un hombre en el centro del canasto llevaba puesto un arnés doble, uno en sus hombros, y otro en sus piernas-muslos-ingle. Sin aviso previo, se suelta el arnés de abajo y lo tira. Con la locura que corría por mis venas me solté del globo y atiné a agarrar el arnés y enroscarlo en mis piernas. Dejé de sostenerme, no tenía las manos en otro lugar más que en mi propio cuerpo, en mi pecho, en forma de momia. Me dejé llevar por el viento y la inercia de la gravedad. Caí. Sentí que volaba, caía desde una altura impensada, flotaba por el aire y reía, era feliz, completamente. La paz que sentí fue indescriptible, era totalmente libre y sin culpas, remordimientos. Solo libertad y aire puro.
El arnés me sujetaba perfectamente de modo que me balanceaba al son del globo, a su voluntad. Recorría muy de cerca todas las casas, acariciaba el pasto mojada por el rocío con las yemas de mis dedos, sorteaba árboles y saltaba las rejas de las casas. Estaba todo perfectamente sincronizado para que yo no me estrella con nada que se interpusiera en mi camino.

De un momento a otro, decidí finalizar con el paseo, di las gracias, y deseé un feliz viaje a los demás pasajeros. Obviamente, les recomendé a todos hacer la locura que había practicado hace 30 segundos atrás. Todos asintieron y sonrieron ante el consejo.

Una vez abajo, Laura asombrada me preguntó como había estado; le describí la sensación y la adrenalina que recorrió la aventura mientras miraba con ojos asombrados. También se lo recomendé, pero por alguna razón teníamos que pedir permiso. Entonces regresamos a la casa enorme donde estábamos hospedando. Pedimos permiso a diestro y a siniestro, nadie nos daba el ok. Yo estaba de mal humor porque le prohibían a ella algo memorable, y Laura no decía demasiado al respecto.

Decididamente le dije:- Laura, vayamos a hablar con el papá de Alan para que te deje ir. Recorrimos la casa nuevamente, perdiéndonos entre sillones, habitaciones, puertas y escaleras. Hasta que por fin encontramos la indicada, subimos. Estaba la pareja de la chica con remera lila y el loco con barba candado, teniendo relaciones en un sillón de cuero bordó. Pasamos intentando no mirar. Llegamos hasta donde estaba la cama matrimonial más grande que vi en mi vida. Ahí dormía el padre de Alan y al lado, su mujer. Lo desperté, bien de caradura, y con mi mejor sonrisa, le pregunté por qué no la dejaban a ella subirse al globo como lo había hecho yo. No recuerdo del todo cuál fue su respuesta, pero fue una mezcla entre chamuyo barato, permisos denegados, energías negativas, y un tal Mauro que movió contactos para que yo Valeria, pueda subir.

Pero jamás nos explicaron porqué a ella no la dejaban...

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