27/7/10

Easy come, easy go.

Él sabía que invitar a aquella chica era una locura, pero aún asi se arriesgó.
Y se sorprendió con la respuesta.

A la noche siguiente, con aroma a rosas, ella ya lo estaba esperando en la puerta de aquel bar. Las copas no dejaban de pasar y la charla fluia cómodamente. Luego de un par de horas, poco a poco ella se iba acercando a él. Inesperadamente para el muchacho, una mano ajena se posó atrevidamente en su entrepierna. Un calor subió hasta su barbilla, y los signos del nerviosismos aterrizaron en sus aplastadas palabras. Ni lenta, ni perezosa, lo tomó de la corbata y lo acercó furiosamente hasta su boca. Allí lo dejó, espectante y sorprendido.
Acto seguido, se levantó, tomó sus llaves y se encaminó hacia la salida moviendo sugerentemente sus caderas. Él arrojó atolondrado varios billetes sobre la mesa y la siguió a paso rápido. Se detuvieron junto al coche, y se besaron apasionadamente.
Una vez adentro, los vidios se empañaron y los signos del calor corporal hizo arder los tapizados. Ambos se arrancaron la ropa salvajemente, y colmados de exitación tuvieron sexo atrevidamente casual.
Rendidos ante el cansancio se tendieron sobre uno de los asientos. Sin escupir una palabra, ella se vistió rápidamente y salió fuera del auto. Cuando él llegó a reaccionar, la morocha de caderas sugerentes, ya había tomado un taxi.

Ninguna de sus llamadas fueron contestadas, y el mismo empezó a dudar si lo que acababa de pasar había sido real.

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