29/9/09

·#Terror

Me desperté agitada, hacía años que no tenía una pesadilla. No suelo darme cuenta de esas cosas porque mis sueños son tan retorcidos que no se diferenciar de una locura, a miedo de verdad. No fue el caso de anoche...

Nos adentrábamos en una habitación oscura, había dos camas pegadas, cada una con un acolchado salmón. Nuestros cuerpos de a poco se fueron acercando hasta casi rozarse, era un encuentro suave y lento; sin reparo, él empezó a ser violento y yo lo sentí fuera de lugar, me asusté y lo alejé. Sus ojos estaban desorbitados y comenzó a convulsionar. Me paralicé e intenté acostarlo, pero él me agarró con fuerza y se convirtió en una especie de monstruo. Por más fuerza que yo hiciera el me mordía y lastimaba los brazos, a tal punto que uno de ellos comenzó a sangrar y los moretones se hacían muy visibles.
Estaba muy asustada, un ataque involuntario de fuerza acechó mi cuerpo y logré desprenderme de ese ser que ahora desconocía. Corrí por un pasillo hasta encontrarme con un hombre de mucha barba. Se me había formado un coágulo en el brazo, uno externo, era como si de mi brazo saliera una batata deforme y blanda, viscosa y roja. Con un instrumento quirúrgico comenzó a extirparlo. De alguna forma esa deformación estaba quitándome energía y no permitía que me moviera.
Minutos más tarde, él volvió a aparecer, parecía más calmo y desorientado. Sus pupilas estaban muy dilatadas y su cara de ultratumba daba escalofríos. Le preguntamos cómo estaba y le contamos el episodio recientemente sucedido, se alarmó al ver las heridas en mis brazos y comenzó a llorar. Fue instantáneo, casi ciclotímico, de golpe su transformación nos dejó helados, ahora nos perseguía con otra intención: matarnos. Lo sabía muy adentro mío, tenía esa sensación que me avasallaba; quería escapar, huir.
Me había atrapado, su boca se encontró con la mía y me succionó todo el aliento, de tal forma que predije el comienzo de mi desmayo, me fui quedando sin aire poco a poco.
Intenté pedir ayuda, pero mi voz no se escuchaba, los gritos apagados se consumían entre el alboroto. El anterior hombre de barba logró quitármelo de encima y allí pude libremente llenar mis pulmones de aire.
Cuando me reincorporé, una piedra verde estaba estallada en su cabeza, inevitablemente, él estaba muerto. Entre ira, dolor y perplejidad; lloré.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

EXCELENTE PIBA. Te pasaste (:
vicky.

Anónimo dijo...

EXCELENTE PIBA. Te pasaste (:
vicky.