17/12/08

Adictos al exceso

Me gustó esto que leí mientars esperaba en el consultorio de la dentista. Una revista de esas que son malísimas, que siempre están en toda sala de espera. Me robé estas páginas solo para escribirlas acá y para refelexionar acerca del estádo de estrés que todos tenemos en este siglo. Enjoy it.


Lo sentimos a diario. No damos más. No podemos más. Sentimos tanta tensión que nos parece que el cuerpo va a estallar. Dormimos mal, preocupados por las tareas del día siguiente. Comemos a las apuradas para no perder ni un minuto. Tomamos litros de café para no sentir el cansancio. Traamos de hacer ejercicio, porque sabemos que es bueno, pero llegamos tan agitados que no podemos concentrarnos. Si queremos parar, la cabeza va a mil revoluciones y es imposible detenerla. Por todos lados sentimos tensión, agobio, agotamiento. Vivimos como si fuésemos controlados por un piloto automático sin detenernos a pensar Es como si viviéramos en una rueda que cada vez gira más rápido. Bueno, todo esto tiene una respuesta: estrés. Seis letras que, como una gran plaga, se han ido apoderando de nuestra casa, de trabajo, hasta de la supuesta vida tranquila de nuestros hijos. ¿Quién no ha dicho en los últimos tiempos: "No puedo más. Tengo estrés"? Las cifras son alarmates. En Estados Unidos, 70 de cada 100 consultas médicas son por estrés. Además, según una encuestra británica, el estrés afecta a 1 de cada 5 personas en la población laboral. Y en nuestro país, si bien no hay estadísticas, el alto consumo de ansiolíticos sorprende. Con sólo poner la palabra en Internet, aparecen mas de 300 millones de sitios dedicados a este tema. Sin duda, es la gran enfermedad de nuestro siglo. Claro que, de todo esto, no nos percatamos demasiado. Es como una droga silenciosa que avanza lentamente. Y de la que, sin darnos cuenta, nos vamos volviendo adictos. Cuando uno es adicto al alcohol o la cocaína, por ejemplo, recibe una condena social. Con el estrés no sucede lo mismo. Al no ser algo que ingerimos concretamente (uno no puede tomar "estrés" ni inhalar "estrés"), no vamos siendo conscientes de cómo nos volvemos adictos, de cómo nuestro cuerpo y nuestra mente se van deteriorando...y, lo peor de todo, no queremos ni podemos parar. Porque en caso de que lograremos parar... ¿Qué nos queda? Encima, el mundo pareciera exigirnos una velocidad de computadoras que nuestro cuerpo no tiene. A algo natural le exigimos un tempo viertual. Por eso, tomamos pastillas para tranquilzarnos, café para aguantar largas jornadas, otras pastillas para dormir, o para adelgazar, o para correr detrás de una dieta imposible. ¿Es que acaso no es mejor movernos en este mundo loco y frenétco, pero que conocemos y sentimos que podemos controlar? Además ¿a quién estamos haciendo daño? ¿Acaso aquel hombre que trabaja hasta las once de la noche no es un "santo" que lo hace por el bien de su familia? ¿Y esa madre pulpo que no se detiene ni un segundo, acaso no es vista como una súper mujer capaz de hacer todo a la vez? ¿Acaso si elijo trabajar menos y resignar dinero, no soy una vaga? Si vivo el día a café para que aguantar, ¿a quién perjudico? ¿No somos sucifiente libres para decidir cómo y de qué manera vivir? Indaguemos.
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¿Qué es el estrés?

Robert Sapolsky, profesor de Biología y Neurología de la Universidad de Stanford y autor del libro Por qué las cebras no tiene úlceras, es director al definir el estrés, y lo hace comparándonos, ni más ni menos, que con los animales: "Para un mamífero el estrés significa que alguien lo va a comer en los próximos dos minutos. Y todo lo que hace el cuerpo en esas circunstancias es maravilloso: se moviliza la energía desde lugares del cuerpo en que está almaceada, aumenta la presión de la sangre para liberar la energía de forma más rápida y se cancela todo lo que estaba previsto, todo lo que no es esencial.

El problema, con nosotros, los seres humanos, es que podemos llegar a generar la misa respuesta de estrés sólo con el pensamieto". El conflicto, entonces, es cuando vivimos en ese estado de alerta permanente. Nuestro cerebro se acelera y el corazón también, el sistema inmunoloógico se prepara para recibir algún ataque, los recursos de energía se derivan a músculos, cerebro, corazón y pulmones, y fuera de las funciones básicas, como el apetito y la digestión, que pueden esperar hasta que la crisis haya pasado.
Por lo tanto, el estrés manifiesta en nuestra mente, cuerpo y nuestro espíritu. Podemos desarrollar hipertensión arterial, palpitaciones, úlceras gástricas, trastornos digestivos, infecciones, cefaleas... insomnio, miedos, fobias, ansiedad, angustia, tristeza, baja autoestima, preocupación, problemas laborales, actitudes viciosas como fumar o tomar alcohol, cambios en el carácter...

La lista podría ser eterna. Los factores que nos causan estrés son iguales para todos los individuos, pero la forma de reaccionar depende de cada uno de nosotros, de nuestro grado de vulneabilidad y de nuestro perfil psicológico. Elegir ocuparnos, hacernos cargo, es una de las claves para poder vivir mejor. Nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu nos lo estan pidiendo y reclamando.
¿O acaso no queremos vivir mejor?



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